Recuerdo del primer mensaje:
PATRIARCADO
“Begriffsgeschichte”
(Histoire du concept)
Compilation par Cogito Ergo Sum
(@gramophonefr sur Twitter)
Dies ist eine kleine Zusammenstellung, die einige deutsche Autoren in spanischer und französischer Sprache als Quelle verwendet; im Voraus wissen, dass das Ziel darin besteht, über ein potenziell kontroverses Thema zu argumentieren.
..."It happens in a sly way, that people with simple minds, give us great lessons, since by their lack of knowledge, they lead us to performances which we will not have arrived at without questioning them by them aroused"...
..."Il y arrive de manière sournoise, que des gens au esprit simple, nous donnent des leçons de grande taille, puisque par leur manque de connaissance, nous y conduisent a des performances auxquelles, nous n'aurons pas arrivé sans les interrogeants par eux suscités"...
Chanson de Georges Brassens:
5 novembre 2021
Si hay un sujeto que se presta a la polémica puede ser este porque de manera intrínseca debemos considerar el feminismo al igual debemos considerar las variantes en el comportamiento individual y esto es inherente y no podemos obviarlo cuando abordamos el patriarcado.
Además este sujeto no se puede considerar (intemporal) en un momento dado de la historia en una fecha en un mes en un año ni tampoco se puede considerar en una región geográfica aislada (supranacional)
El sujeto del patriarcado debe estar siendo observado desde hace muchos años y solo puedo hablar de Pierre Bourdieu, Maria-Milagros Rivera Garreta, Miranda Fricker, Tobias Müller, Judith Butler.
pues corresponde a las bases bibliográficas de las que dispongo
…”En los años setenta del siglo XX, las feministas sentimos la necesidad de antepasadas, especialmente las universitarias, porque habíamos roto con la madre —a la que se acusaba de habernos transmitido el patriarcado—, y nos sentíamos, por tanto, huérfanas, sin origen ni pasado ni lugar de enraizamiento en el mundo; y, también, porque ni en la escuela ni en la universidad habíamos oído, apenas, hablar de nuestra historia”…
(escribe Maria-Milagros Rivera Garreta; La diferencia sexual en la historia)
Mana-Milagros Rivera Garreta nació en Bilbao, bajo el signo de Sagitario, en 1947. Tiene una hija nacida en Barcelona en 1975. Es catedrática de Historia Medieval y una de las fundadoras de la revista y del Centro de Investigación en Estudios de las Mujeres Duoda de la Universidad de Barcelona, que dirigió entre 1991 y 2001. También contribuyó a fundar, en 1991, la librería de mujeres de Barcelona (Próleg) y, en 2002, la Fundación Entredós de Madrid. Su último libro es Juana de Mendoza (Madrid, 2004).
En La dominación masculina, Pierre Bourdieu retoma un tema urticante: la perpetuación de la idea de dominio social del hombre, más allá del importante cambio de rol de las mujeres.
Ya en la obra “Los herederos” Bourdieu subrayaba que la escuela ejerce un rol determinante en la perpetuación no sólo de las diferencias entre las clases, sino también entre los sexos.
Sin embargo, en sus trabajos como etnólogo, y principalmente en El sentido práctico, es donde Bourdieu abordó la cuestión del “principio masculino” antes de ser sociólogo, Bourdieu fue etnólogo. Sus estudios sobre la tribu cabilia sirven de referencia en todo el mundo. La antropología y la historia nos permiten encontrar comportamientos La antropología y la historia nos permiten encontrar comportamientos societales como patriarcado y matriarcado además de otras manifestaciones que podrían incluso sorprendernos.
Basándose en sus antiguas investigaciones Bourdieu en 1990 publicó un largo artículo titulado “La dominación masculina”. Allí comparaba la división de los sexos en la sociedad tradicional cabila, verdadero conservatorio de prácticas ancestrales, con la manera como Virginia Woolf describe el inconsciente masculino en Al faro. Entonces se preguntaba por esa extraña semejanza entre universos sociales tan distantes entre sí.
Tuvieron que transcurrir ocho años para que madurara el libro —con una densidad extrema y una lectura muy ardua— que hoy aparece bajo el mismo título y en el cual Bourdieu propone una “arqueología histórica” del “eterno masculino”.
En la primera parte de la obra, Bourdieu demuestra de qué manera la división del trabajo entre los sexos en la sociedad cabila orienta toda la percepción del mundo, todas las creencias, todas las prácticas. Está forjado literalmente en los cuerpos tanto como en los cerebros. mediante una técnica cuasi literaria de fundido encadenado, Bourdieu inserta poco a poco consideraciones sobre nuestra propia sociedad para demostrar hasta qué punto las estructuras mentales que el etnólogo encuentra en las sociedades mediterráneas tradicionales no son más que una “imagen ampliada” de las que dan forma a las nuestras.
Cabe subrayar que en función de factores etno-culturales podemos descubrir que en la esfera intima, hay una influencia discreta de predominio de uno u otro de los sexos en cuestión. Incluso en parejas reales, la historia dispone de suficiente material para soportar la argumentación del papel de la mujer en ese poder en lo “políticamente correcto” reservado al hombre.
Hay que plantearse, entonces, la siguiente interrogante: ¿cómo se perpetúa a través de la historia esta “invariante”, tan profundamente arraigada en el inconsciente que termina pareciendo “natural”?
Allí es donde Bourdieu ofrece lo más novedoso de su reflexión.
Señala que hablar de “invariante transhistórica”, no sirve para “deshistorizar” la dominación masculina sino, por el contrario, para cuestionarse sobre las condiciones históricas que aseguraron su perpetuación a pesar de todas las transformaciones que afectaron la condición de las mujeres en las diferentes sociedades sobre la tierra; puesto que los matriarcado son costumbres milenarias en algunas regiones: el pueblo chino mosuo en las riberas del lago Lugú, cerca de Tíbet. ... Minangkabau, Sumatra Occidental, Indonesia. ...Akan, Ghana y Costa de Marfil, Bribri, Costa Rica, Garo, Bangladesh, Nagovisi, Nueva Guinea.
Debemos orientar el análisis hacia los agentes históricos y las instituciones que permiten esta reproducción de control por parte del hombre hoy en el sistema occidental: la familia, por supuesto, pero también la Iglesia, la escuela, el Estado (y el mundo del trabajo, que analiza en la última parte).
Por este motivo Bourdieu reprocha a los estudios feministas —y a las feministas en general— el hecho de no ocuparse, por interesarse únicamente en la situación de las mujeres sin profundizar en el aspecto de tradición histórica, de los lugares mismos donde se pone en juego una y otra vez la opresión.
Para hacer la historia de las mujeres, por ejemplo, hay que hacer ante todo la historia de la escuela o del Estado.
Sólo estos análisis de conjunto pueden facilitar una subversión política y cultural realmente eficaz.
Estas consideraciones le valdrán, sin duda, una aprobación moderada de buena parte de las historiadoras o investigadoras feministas: seguramente estarán dispuestas a compartir su punto de vista, pero no perderán la oportunidad de hacer valer que este tipo de trabajos ya se llevó a cabo.
Por otra parte, habría resultado valioso que Bourdieu entablara de manera menos alusiva el diálogo con las teóricas del feminismo norteamericano, que reflexionan desde hace más de veinte años sobre la cuestión del género, teniendo en cuenta, sobre todo, que suelen ser autorreferenciales.
La más influyente entre ellas, la filósofa Judith Butler, acaba de consagrar, por ejemplo, un extenso capítulo de su último libro a una reapropiación crítica de los análisis bourdieusianos sobre el lenguaje, con una arrogancia que subraya cruelmente, por comparación, la mediocridad de las polémicas entre franceses.
Es una pena, de la misma manera, que Bourdieu haya elegido evitar la confrontación directa con el psicoanálisis. Obviamente, él podrá responder que todo su libro es un diálogo con el psicoanálisis. De hecho, uno muchas veces tiene la impresión de que se trata, en su caso, de reemplazar los modelos psicoanalíticos por modelos salidos de la etnología y de la historia. Habría sido mucho más interesante, en cambio, que hiciera más explícito un programa teórico de este tipo.
En varias oportunidades a lo largo de su libro, Bourdieu indica que sus análisis podrían servir para esclarecer la condición estigmatizada de la homosexualidad.
Uno no se sorprenderá entonces al ver publicado, en el apéndice del volumen, el texto de su participación en el coloquio de Beaubourg, en junio de 1997, sobre las investigaciones universitarias a propósito de las culturas gays y lesbianas.
Bourdieu demuestra allí muy bien las contradicciones del “movimiento homosexual” que sólo puede movilizar reuniendo una categoría particular de individuos, al mismo tiempo que debería denunciar la arbitrariedad histórica y sexual de esta categorización social.
Podemos lamentar que Bourdieu se haya dejado llevar, al final del texto, por ciertas consideraciones utópicas sobre el movimiento gay y lésbico como “vanguardia posible” del movimiento social. Este tipo de llamamientos proféticos se contradicen con el impresionante rigor científico de su obra.
INTRODUCCIÓN
¿Tiene el patriarcado una historia?
Por supuesto, claramente, el concepto de "patriarcado" tiene una historia que puede ser objeto de investigación genealógica
Pero también está el proceso de ubicuidad o incluso universalidad de al menos uno de los significados de 'patriarcado', a saber, el de una sociedad que 'valora más a los hombres que a las mujeres'.
Incluso se le da dimensión metafísica a este tipo de patriarcado. Por supuesto, esta pregunta es más fácil de plantear que de responder.
Si bien podemos afirmar fácilmente que el patriarcado según una de sus muchas concepciones tiene una historia, tratar de responder a la pregunta de si una de esas constelaciones específicas es universal termina en una búsqueda inútil de excepciones a las reglas universales.
Sin embargo, incluso antes de que se pueda realizar ese trabajo, es necesaria una claridad conceptual sobre los diferentes usos del "patriarcado".
Entonces, en lugar de asumir una respuesta a esta pregunta sobre la ubicuidad del "patriarcado" o tratar de probar o refutar tal hipótesis de universalismo, consideraré diferentes conceptualizaciones del "patriarcado".
Esto sentará las bases bajo las cuales podremos responder a la pregunta ¿tiene el patriarcado una historia?
La pregunta que se presenta de inmediato es si los historiadores pueden o no distinguir entre patriarcado, la condición histórica, y `` patriarcado '', el concepto.
Utilizado por los historiadores. Algunas explicaciones estructuralistas que ven la construcción de género como un sistema cerrado dirían que la distinción es imposible:
No podemos ser imparciales
.
“Dado que siempre estamos inmersos nuestra concepción, está impregnada, sin ser pues impoluta el pasamiento sera sesgado.
No tenemos un punto de vista “no construido” o virgen desde el cual estemos libres de nuestro esquema conceptual ya construido”.
Intentar ver una realidad histórica más allá de las concepciones históricas es entonces imposible, ya que la realidad histórica está constituida por la auto justificación de esas concepciones en primer lugar.
Y para complicarlo aún más, nosotros mismos no podemos ver más allá de nuestra propia prefiguración histórica que consiste en las estructuras de nuestro propio lenguaje y las estructuras de dar significado que proyectamos sobre el pasado, necesariamente diferentes en el futuro.
Por otro lado, estaría una visión realista en la que el patriarcado puede existir sin problemas como entidad independiente del "patriarcado" de nuestros esquemas conceptuales. Parece innecesariamente limitante sostener que no podemos llamar patriarcal a una sociedad a la definición de "valorar más a los hombres que a las mujeres", incluso si dicha sociedad no tenía forma de conceptualizar las diferencias de género de esa manera.
No se considera desde luego, aquellas diferencias anatómicas y de fuerza desde que por intermedio de la ciencia y la tecnología, vemos desaparecer aquellas actividades exigentes en fuerza bruta. Sin duda es en este aparte de la ciencia que se debe comenzar a buscar las raíces históricas de una dominación masculina o femenina según sea el caso.
Podemos analizar grupos de hombres y mujeres como parte de las serialidades 'hombres' y 'mujeres' y evaluar sus posiciones aunque la sociedad de la que formaban parte no tuviera tales herramientas analíticas de la misma manera que podemos decir que la Guerra de los Treinta Años duró treinta años, aunque sus participantes no pudieron saberlo durante la guerra misma.
El debate pasa luego al nivel de la epistemología y la evaluación de las herramientas analíticas que usamos para capturar el patriarcado en nuestros modelos arbitrarios e injustos en ciertos casos.
Para complicar aún más el asunto de la historia del patriarcado, un argumento es que específicamente uno de los poderes duraderos del patriarcado ha sido su propia deshistorización y su aparición como algo natural e inevitable. Las sociedades occidentales par fenómeno repetitivo impone una dominación masculina vista como natural.
Incluso en la visión realista que mantiene una distinción entre patriarcado e historia concepciones del "patriarcado", hay espacio para que estos dos se influyan mutuamente. El análisis realista tiene que responder a la pregunta epistemológica de si nuestros esquemas conceptuales pueden escapar del proceso histórico que estamos tratando de describir y en qué medida.
A pesar de que una gran parte del movimiento hacia la historia de las mujeres y la posterior historia de género y la filosofía feminista ha sido para deshacer este proceso de deshistorización, no ha llevado (¿todavía?) A la 'nueva epistemología radical' que alguna vez se buscó.
Y si llega a un punto avanzado ocurre como con la esclavitud, es una componente de la historia, buena o mala, no es la pregunta, ¿se debería indemnizar? ¿Las sociedades modernas integran las desigualdades? Gacias al eminente trabajo de científicas como Miranda Fricker.
Todas las narrativas de la historia del género han sido cuestionadas, no se ha propuesto ninguna alternativa satisfactoria. Una de las pocas grandes narrativas del patriarcado que todavía se acepta a veces (a menudo implícitamente) pero que se critica con mayor frecuencia es la explicación teleológica de las relaciones de género (occidentales), en la que un conservadurismo tradicional fue seguido por una ruptura bastante repentina de la emancipación con el advenimiento de (los liberales) feminismo y modernidad política.
Esta historia teleológica de la liberación de la mujer combina la derrota de la autoridad política tradicional (patriarcalismo) y el patriarcado como autoridad paterna tradicional en la familia. Ésta es la distinción que hace Weber, pero se remonta a la distinción del liberalismo político entre bienes públicos y privados.
Argumentaré que, aunque poderosos y orgullosos aquellos que mantienen tal distinción entre el bien público y el privado han aceptado con demasiada facilidad el patriarcado como muerto. La distinción deja demasiado espacio para las desigualdades (geslacht = desigualdad en Neerlandés) En el contexto del debate sobre si el patriarcado fue derrotado o no y, por extensión, qué constituye exactamente el patriarcado, muchos teóricos han abandonado el concepto de “patriarcado'' por completo, a favor de formulaciones como “diferencia de género '' u “opresión de género '' según Judith Butler
En su libro “El género en disputa, El feminismo y la subversión de la identidad” Judith Butler escribe:
…” La creencia política de que debe haber una base universal para el feminismo, y de que puede fundarse en una identidad que aparentemente existe en todas las culturas, a menudo va unida a la idea de que la opresión de las mujeres posee alguna forma específica reconocible dentro de la estructura universal o hegemónica del patriarcado o de la dominación masculina.
La idea de un patriarcado universal ha recibido numerosas críticas en años recientes porque no tiene en cuenta el funcionamiento de la opresión de género en los contextos culturales concretos en los que se produce.”…
Patriarcado ”en el siglo XXI: la actualidad analítica y política de un término de batalla feminista
Según Tobias Müller“ 5000 años de patriarcado no pueden ser abolidos tan fácilmente ”. (Alice Schwarzer) El conocido dicho de Alice Schwarzer citado anteriormente contiene algunas referencias a su origen y significado y el potencial emancipatorio del término “patriarcado” en el contexto de la teoría feminista.
Después de una breve clasificación histórica y un intento de aclarar la terminología, el presente ensayo discutirá las razones a favor y en contra del uso del término y en qué medida siguen siendo aplicables en la actualidad.
En la “Enciclopedia de sexo y género” de cuatro volúmenes publicada por Fedwa Malti-Douglas, Rosemary Radford Ruether ubica el surgimiento del término “patriarcado” en un contexto espacio-temporal específico, a saber, la transición de sociedades de cazadores-recolectores a sociedades organizadas en agricultura ( Radford Ruether 2007, 1104).
Las sociedades organizadas agrícolamente se caracterizan principalmente por el uso del arado, la propiedad privada de la tierra, la urbanización y las primeras diferenciaciones y estratificaciones de clases. El "patriarcado" fue creado en el quinto milenio antes de Cristo. En el Medio Oriente pre-antiguo, Mesopotamia así como en China y en el valle del Indo.
En el derecho romano antiguo, el término "familia" denota todas las personas y cosas sobre las que determina el "pater familias". Además de la esposa, los hijos que aún viven en la casa, las hijas, los sirvientes y sirvientes y los esclavos, esto también incluye los animales y los bienes materiales de la casa.
En una primera definición semántica que se refiere al influyente modelo romano, "patriarcado" describe "sistemas de relaciones legales, sociales, económicas y políticas que validan y hacen cumplir la soberanía de los hombres jefes de familia sobre las personas dependientes en el hogar" (Radford Ruether 2007, 1104).
Esto significa que el "patriarcado" ya está en los primeros días. Discuta el concepto. "En el momento en que surgió el término, no solo la dominación legal, económica y social de los hombres sobre las mujeres, sino también de los hombres mayores sobre los hombres más jóvenes y sobre las viudas y otras personas que fueron asignadas a los más grandes" hogar ", designado. Sin embargo, incluso en la antigua fase de desarrollo, estos sistemas fuertemente pronunciados de opresión masculina no quedaron sin respuesta.
Ya en la antigüedad hubo movimientos, luchas, derrotas y éxitos en torno a la liberación y emancipación de la mujer.
En la antigua Grecia, por ejemplo, el alto nivel de educación cultural de las mujeres contribuyó a un fortalecimiento significativo de su posición no solo en el hogar, donde Aristóteles ya era dueña del oikos, del hogar o de la limpieza, sino también en los espacios públicos. La historia de estas luchas se puede encontrar en la tragedia de Sófocles "Antígona", en la que Antígona ataca el gobierno legalista de Creonte con referencia a las leyes de los dioses y los lazos familiares con su hermano.
Esta historia, como el intento cómico de las mujeres de Atenas y Esparta en “Lysistrata” de Aristófanes de forzar la paz entre las dos ciudades a través de la privación sexual, ha dado lugar a numerosas interpretaciones y discusiones feministas, a veces contemporáneas (cf. Honig 2009; Kirckpatrick 2011; Hilkovitz 2014).
Una consecuencia importante de esta clasificación espacio-temporal es la observación de que el "patriarcado" no es una constante antropológica básica, una forma "naturalmente dada" de socialización y la estructura jerárquica de las sociedades, como habían afirmado antropólogos como Elman Service (cf. Radford Ruether 2007, pág. 1105).
Radford Ruether (ibid.) Nombra seis criterios como características generales del "patriarcado", que se caracterizan principalmente por la falta de estatus legal: (1) La línea familiar y por lo tanto el apellido se transmiten a través del padre (patrilinealidad). (2) Se prefiere a los niños varones a las niñas por razones sociales y económicas.
Esta práctica ha tenido efectos brutales hasta el día de hoy, por ejemplo en los “Femicidios” de niñas como resultado de la política de hijo único de la República Popular China, que fue derogada oficialmente hace solo unos días (octubre de 2015). (3) El cuerpo, la sexualidad y la capacidad reproductiva de la mujer (casada) se consideran propiedad del hombre o están sujetos a su control. (4) El hombre tiene derecho a abusar físicamente de "su" esposa, a "castigarla", a golpearla, así como a decidir sobre su libertad física y (in) inofensividad. (5) Al excluirlas de la vida pública, la educación de las mujeres se limita a las habilidades y conocimientos relacionados con las tareas domésticas y la crianza de los hijos.
En el pasado y todavía hoy en muchas partes del mundo, esto ha ido acompañado de una falta de habilidades y oportunidades para la alfabetización entre las mujeres. (6) El derecho de las mujeres como hijas y viudas a adquirir y tener propiedades está restringido.
Por lo general, la herencia es o también fue administrada por un tutor masculino o el esposo. La capacidad limitada y la falta de autorización socialmente reconocida para adquirir una propiedad todavía se reflejan hoy en la “brecha salarial de género”. Esto se (re) produce por el hecho de que en las profesiones e industrias en las que trabajan predominantemente las mujeres, especialmente en el sector del cuidado, el ingreso promedio es significativamente más bajo.
Además, las mujeres suelen ganar menos dinero por el mismo trabajo y desempeño. Las reliquias y estructuras de esta definición "clásica" de patriarcado, que están fuertemente presentes en las sociedades de la información postindustriales en Europa y América del Norte, pero también en otras partes del mundo, contienen actitudes hacia las mujeres que determinan su competencia y su lugar adecuado. en espacio público y privado.
Muchas personas, tanto hombres como mujeres2, opinan que las mujeres son más emocionales, más sensibles, más sociales, menos eficientes físicamente y de pensamiento menos estructurado, por lo que son particularmente buenas en el trabajo doméstico y en el ámbito social. sector ”, es decir, en el cuidado de personas con enfermedades, discapacidades y quejas por vejez, son adecuados (cf. Radford Ruether 2007, 1105).
Además, todavía se considera en general más aceptable socialmente que un hombre siga una carrera que le deje poco tiempo para la familia que en el caso de una mujer. Además, todavía existen importantes restricciones culturales y legales para las mujeres que, a través de la interdependencia con la opresión racista y clásica, tienen un gran impacto en el mundo social y el intelectual y material 2, así como para las personas que no quieren clasificarse en cualquiera de estas dos categorías
Radford Ruether luego aplicó el principio profético descrito anteriormente a sus reflexiones sobre la iglesia. Según esto, la misión de la iglesia es destruir todos los sistemas que involucran jerarquía, patriarcado o explotación.
Aquí también reconoció recursos en la tradición bíblica e histórica de la iglesia. A lo largo de la historia del cristianismo, vio el conflicto entre la iglesia como una institución histórica y la iglesia como una comunidad llena de espíritu.
En el curso de la institucionalización de la iglesia, el contenido carismático del cristianismo se había perdido en gran medida. Las congregaciones de base feministas y el concepto de Radford Ruether de la »Frauenkirche« se relacionaban con esta tradición.
Para ellas, la Frauenkirche significaba que las mujeres se apropiaban de la tradición bíblica del éxodo como tradición del éxodo y, conjunta y colectivamente, reclamaban ser una iglesia. Esta Frauenkirche [mujer iglesia] no debería reemplazar la institución de la iglesia, sino más bien provocarla y moldearla creativamente.
como hombres a través de la experiencia de poder dar a luz tendría un enfoque diferente y una relación diferente con la naturaleza y el medio ambiente.
En la teología feminista, por ejemplo, cuando se habla de imágenes de Dios, esto se puede hacer refiriéndose a una genealogía materna: "Entre yo, otra mujer y el mundo: está Dios".
Se pueden encontrar enfoques feministas diferenciales, por ejemplo, en Mary Daly o Ina Praetorius. El feminismo deconstructivista retoma las teorías de la filósofa estadounidense Judith Butler. Ella asume que el feminismo, aunque ha derribado muchos límites de género, permanece estancado incluso en un orden de género binario de hombre y mujer, hombre y mujer.
Estos dos términos dependen necesariamente el uno del otro y solo pueden determinarse por la diferencia respectiva. Las feministas han construido un enemigo común, el patriarcado, como base común. Aún así, tratar de describir el problema de una sola manera es un "discurso inverso" que usa la misma estrategia en lugar de desarrollar nuevos conceptos.
El patriarcado se reduce a un estereotipo único y estrecho. Butler asume que lo que la gente define como identidad de género se produce de manera performativa. Performativo significa una forma de hablar en la que la acción descrita con un enunciado también se lleva a cabo inmediatamente, p. Ej. B. "Te felicito". Cuando una mujer se convierte en sexo
Es decir, si se viste o se comporta, por ejemplo con un vestido y tacones altos, no solo se refiere a un rol de género, sino que también lo construye (haciendo género). Este ser mujer nunca existe independientemente de la acción humana, se recrea momento a momento.
Para contradecir el supuesto de que las mujeres están determinadas únicamente por su capacidad para dar a luz, el feminismo y con él la teología feminista introdujo la distinción entre sexo y género.
La biología es el destino, ser femenino es biológico y, por tanto, inicialmente inmutable.
Pero ser mujer está determinado culturalmente y, por lo tanto, es cambiante. Visto así, la identidad de género es lo que la cultura hace del cuerpo de género.
Sin embargo, la importancia que una cultura concede a determinadas características físicas parece ser menos el resultado de una cultura original que una construcción que es el producto de la cultura.
Siguiendo a Michel Foucault, Judith Butler describe el cuerpo y el género como efectos de un discurso cultural. Butler entiende el género de tres maneras: como sexo, género y deseo.
En los discursos feministas, el género se ha entendido durante mucho tiempo como un rol de género y, por lo tanto, como una construcción social. El sexo biológico (sexo), por otro lado, se pensó durante mucho tiempo como establecido y exclusivamente bisexual.
Esto está asociado con un deseo heterosexual. Butler ahora enfatiza que las tres cantidades se construyen a través del lenguaje. Entonces, la identidad de género no solo tendría el significado que la cultura atribuye al cuerpo de género, sino que sería el medio por el cual y la razón por la cual se establece el género mismo.
Así que no existe un cuerpo sexual per se [por si mismo]; más bien, seguimos construyéndolo sobre la base de nuestras expresiones lingüísticas. Hasta ahora, Judith Butler se ha mostrado reacia a incluir estas categorías en la investigación teológica. Por ejemplo, Uta Pohl-Patalong critica que hasta ahora ha habido poca reflexión sobre lo que significa para la teología implementar consistentemente la categoría estructural de género en términos de metodología y contenido.
Por analogía o paralelismo pedagógico hablamos de violencia estructural de género.
El término violencia estructural es aplicable en aquellas situaciones en las que se produce un daño en la satisfacción de las necesidades humanas básicas (supervivencia, bienestar, identidad o libertad) como resultado de los procesos de estratificación social, es decir, sin necesidad de formas de violencia directa. El término violencia estructural remite a la existencia de un conflicto entre dos o más grupos de una sociedad (normalmente caracterizados en términos de género, etnia, clase nacionalidad, edad u otros) en el que el reparto, acceso o posibilidad de uso de los recursos es resuelto sistemáticamente a favor de alguna de las partes y en perjuicio de las demás, debido a los mecanismos de estratificación social. La utilidad del término violencia estructural radica en el reconocimiento de la existencia de conflicto en el uso de los recursos materiales y sociales y como tal, es útil para entender y relacionarlo con manifestaciones de violencia directa (cuando alguno de los grupos quiere cambiar o reforzar su posición en la situación conflictiva por la vía de la fuerza) o de violencia cultural (legitimizaciones de las otras dos formas de violencia, como, por ejemplo, el racismo, sexismo, clasismo o eurocentrismo).
El género binario también se asumió en su mayoría sin cuestionar. Los comienzos en las décadas de 1960 y 1970 Si Dios es masculino, lo masculino es Dios: Mary Daly Mary Daly (1928-2010) encarnó el lema del movimiento de mujeres más claramente que casi cualquier otro teólogo: »El feminismo es la teoría: el lesbianismo es esa práctica ". Se describió a sí misma como "lesbiana feminista" y dejó clara la dimensión política de esta decisión, que significó, en particular, un fortalecimiento de la dimensión femenina.
Para ella, esta autoatribución también estaba asociada a una forma de separatismo, para poder poner toda su energía a disposición de las mujeres.
En su actividad profesional, siempre trató de realizar su feminismo radical frente a las reglas del patriarcado. instituciones (es decir, todas las instituciones de su presente) para romper consistentemente. Por ejemplo, no permitió que los hombres asistieran a los eventos de su seminario, siguiendo el lema: "Lo que sucede en el seminario no es del patriarcado".
En su autobiografía, Daly describe las fases y estaciones de su vida en cuatro galaxias espirales. Para Daly, estas galaxias espirales consisten en momentos. Esto muestra cuánto Daly también estaba buscando otras formas de descripción y formación de conceptos que no fueran patriarcalmente envenenadas para ella.
La primera galaxia espiral cubre los años 1928 a 1970: la infancia, la adolescencia y los años académicos de Daly, así como los primeros años de su vida profesional. Pudo realizar su sueño de estudiar filosofía, inglés y teología en Friburgo / Suiza. Completó cada una de estas tres materias con una tesis doctoral. A fines de la década de 1960, Daly regresó a los Estados Unidos y aceptó una ayudantía en el Boston College of the Jesuits. Su primer libro "La Iglesia y el segundo sexo", una discusión históricamente estructurada sobre la relación entre la Iglesia y las mujeres, causó sensación y, tras amenazar inicialmente con su despido, se le permitió encontrar un puesto de por vida.
Inicialmente, la dirección de la universidad había querido despedirla por el contenido provocativo del libro, pero luego tuvo que ceder ante el movimiento masivo de la gran protesta del alumnado, en su mayoría hombres, lo que logra permitirle a Daly un empleo de por vida.
Es solo una recopilación basada en las publicaciones de autores en su mayoría europeos. El pratiarcado es para concluir una forma adoptada de gobernar en el ámbito familiar, inicialmente que se generaliza a todos los ámbitos, de los diferentes asentamientos humanos, sin embargo coexisten sobre la tierra en culturas diferentes con el matriarcado.
No deberíamos asumir que solo estas dos maneras de gestión sean las únicas. Si en algunas sociedades el género masculino, logra predominar, el solo hecho de su función de gestación, hace del género femenino, quien garantiza la procreación y que perdure la especie humana, es contrario a la idea de sexo frágil, el parto y en algunas mujeres los dolores de cada periodo menstrual.
No siendo una generalidad, se puede subrayar un gran número de mujeres no estadisticamente equitable, figurando en niveles altos como los hombres, el caso más reconocido es el de Ángela Merkel, sin que Margaret Thatcher pueda dejarse de lado, en la ciencia la literatura y el arte la lista de mujeres por fortuna da testimonio de las capacidades de la mujer.
Las ciencias y tecnologías hoy logran que gran número de ocupaciones rústicas, permitan incluso a la mujer asumir el papel sin dificultad. El patriarcado, se podría encontrar vigente en muchos países y es una discriminación social recurrente en la remuneración salarial. El patriarcado sería pues una práctica a archivar en el museo de la historia.